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15 animales que se emparejan de por vida
Ciencia•10 min read
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Las vacas son juguetonas, inteligentes, conscientes y muy sociables. Resulta que tenemos mucho que aprender sobre la amistad de estas hermosas criaturas.
Palabras de Matthew Chalmers
Hay 987 millones de vacas en el planeta y la mayoría de nosotros sabemos poco sobre ellas. La gente consume más carne de res o lácteos de lo que realmente conoce sobre las vacas. A pesar de ser reconocibles al instante, nuestro conocimiento cotidiano sobre este animal es limitado. La mayoría de las personas no se relacionan con las vacas de la misma manera que lo hacen con animales más familiares, como perros o gatos. Pero esta actitud es injustificada. La pregunta que deberíamos hacernos es si estos animales son más complicados de lo que pensamos. Por ejemplo, ¿las vacas juegan?
Las vacas son animales juguetones, sociables y sensibles, y cuanto antes reconozcamos su sensibilidad, antes podremos tratarlas con la amabilidad que merecen.
Ciertamente pueden serlo, aunque esto depende un poco de la vaca en cuestión. Al igual que los humanos y otros animales, las vacas son individuos con psicologías y personalidades distintas y discretas. Términos como “temperamento” o “síndromes de comportamiento”, que la literatura científica suele utilizar para describir el comportamiento de las vacas, pretenden distinguir a las vacas de las personas. Pero no existe una distinción genuina entre lo que estos términos describen y la personalidad de cada quien.
Una parte de la personalidad de una vaca es la sociabilidad, lo que significa que dentro de un rebaño, algunas vacas pueden tener caracteres más gregarios que otras. En general, las vacas son animales sociables y de rebaño, por lo que un nivel de amistad y cooperación entre ellas es esencial para su supervivencia.
Ha habido cierto temor en torno a las vacas y su aparente falta de simpatía debido a algunos casos aislados de personas fatalmente pisoteadas por un rebaño. Estos casos son raros y casi siempre tienen que ver con perros, los cuales tienden a hacer que las vacas se sientan amenazadas. Los toros pueden ser más agresivos y deben evitarse. Cuando las vacas tienen crías durante los meses de primavera, se justifica cierta precaución, ya que su instinto maternal puede manifestarse en forma de agresión. Aun así, las vacas son animales generalmente amigables y accesibles. Las personas que mantienen relaciones sanas con las vacas se sienten recompensadas e impresionadas por su sensibilidad, amabilidad e inteligencia.
Las vacas juegan todo lo que pueden y, sobre todo, disfrutan de una buena diversión en sus años de infancia. Casi todos los tipos de juego asociados con otras especies de mamíferos, incluidos los perros, se pueden presenciar en las vacas. A las vacas les gusta jugar con pelotas, corcovear, brincar, galopar y pelear jugando. También juegan con otras especies, incluso con los humanos. Son criaturas muy sociables y hay imágenes selectas y conmovedoras de vacas jugando disponibles en YouTube.
Desafortunadamente, las prácticas actuales de la industria animal tienden a restringir el juego entre los animales, lo que lleva a un peor desarrollo social y un pobre bienestar en las vacas explotadas en granjas para la alimentación. Por ejemplo, los terneros criados juntos tienden a jugar a pelear, lo que fomenta su éxito futuro en la jerarquía del rebaño al generar asertividad. Sin embargo, los terneros criados de forma aislada no presentan tales rasgos y se encuentran en desventaja social. Las habilidades sociales de las vacas en granjas se ven aún más inhibidas por el significativo dolor que tienen que soportar. Desde cojeras e infecciones como mastitis hasta castración, marcaje, desmoche y descornado, los bovinos están sometidos a dolores considerables que perjudican su capacidad para jugar.
Las vacas tienen sentimientos y son capaces de comunicar emociones intensas. Los estudios han tendido a centrarse en una categorización simple de la emoción bovina, clasificando la experiencia en categorías “positivas” y “negativas” y evaluando la intensidad de “débil” a “fuerte”. Sin embargo, este enfoque simplifica demasiado la complejidad de las emociones de las vacas. Las vacas reaccionan de manera diferente a distintos estímulos negativos y positivos, lo que sugiere que tienen reacciones psicológicas más complejas que sentimientos negativos o positivos.
Las vacas también exhiben un comportamiento emocional grupal a través del contagio emocional y la amortiguación emocional. El contagio emocional ocurre cuando una vaca muy estresada hace que el resto del rebaño también se estrese. La amortiguación emocional es cuando una vaca tranquila ayuda a estabilizar y aliviar el estrés de otros individuos. Este comportamiento es un testimonio de la naturaleza social de las emociones de las vacas. Dependen unas de otras, física y psicológicamente, como lo hacen todos los animales grupales.
También hay hallazgos notables sobre las emociones complejas de las vacas. Un experimento descubrió que las vacas se emocionaban más cuando se daban un premio a sí mismas después de completar una tarea, en lugar de que se les presentara uno. Los autores del estudio especularon que este aumento de la excitación emocional se debía a la satisfacción personal que sentían las vacas después de mejorar en la tarea. Si este es el caso, la autoconciencia de las vacas es realmente notable y tiene implicaciones para su inteligencia emocional.
Ciertamente, las vacas pueden sentir tristeza, así como otras emociones negativas. Su reacción emocional puede desencadenarse por un solo evento y durar un largo período de tiempo. Los eventos traumáticos en la vida de una vaca pueden ser actos físicamente insoportables, como el descornado, o eventos emocionalmente dañinos como la separación de los terneros y las madres, que es una práctica estándar en la industria láctea.
Las vacas mantendrán un estado psicológico deprimido y ansioso durante días después de tales eventos. Permanecerán emocionalmente deterioradas debido al trauma que han pasado, interpretando los estímulos neutrales o ambiguos de manera más vacilante o negativa. Una señal de que una vaca se encuentra en un estado emocional negativo es que se ve más blanco en sus ojos. La posición de sus orejas también puede ser un indicador de angustia emocional.
Pueden llorar en la medida en que pueden vocalizar emociones y gritar de dolor. Las vacas madres lo hacen a menudo cuando les quitan a la fuerza a sus terneros. Las vacas madres lloran durante días por su ternero, cuya voz esperan oír y reconocer como respuesta. No hay mucha diferencia entre este comportamiento y expresar con el llanto un estado emocional perturbado.
Sin embargo, las vacas no producen lágrimas ni agua en los ojos como efecto secundario de la emoción. Algunos videos que dan a entender eso son engañosos. Los ojos de las vacas se humedecen para resistir la sequedad y el exceso de agua y el derrame pueden ser el resultado de una infección. in embargo, las vacas pueden experimentar una serie de emociones negativas, como ya se ha explicado.
Desde luego que pueden. Hay muchas pruebas anecdóticas que lo sugieren. Desde Rosamund Young, autora de La vida secreta de las vacas, hasta la mirada de los veterinarios y la obra de D. H. Lawrence, a menudo se describe a las vacas como capaces de entablar relaciones estrechas con los humanos. Sin embargo, las vacas rara vez se tienen como compañeras y la mayoría de la gente no reconoce su amistad.
La humanidad ha creado una barrera entre las vacas y los animales de compañía convencionales que no debería existir. A un animal se le encasilla como medio de producción y al otro como animal de compañía, a pesar de que ambos pueden establecer vínculos afectivos con las personas, pueden sentir dolor físico y placer y pueden experimentar emociones complejas. Las vacas pueden establecer vínculos con humanos, pero necesitan la oportunidad de hacerlo.
No cabe duda de que las vacas pueden tener mejores amigos y existe abundante documentación que demuestra que tienden a socializar más con determinados individuos del rebaño. Un estudio reciente ha demostrado que las vacas pueden reconocer a otros individuos, en particular a los de su misma raza. Cuanto más familiar sea un individuo, más rápidamente lo reconocerá la vaca. En este estudio, las vacas veían fotos de otras vacas y corrían hacia ellas, como un ser humano que corre a saludar a su mejor amigo.
El lamido de las vacas también ha sido objeto de investigación y ha demostrado ser un mecanismo de vinculación. Un estudio realizado con vacas Simmental austriacas demostró que las vacas que recibían lametones experimentaban una disminución de la frecuencia cardiaca, lo que implicaba que la experiencia les resultaba relajante. Un estudio sobre los cebúes en Kenia descubrió que algunas vacas solo lamían a sus amigas.
En cuanto a las mejores amigas, una investigación realizada en el Reino Unido descubrió que más de la mitad de las vacas pasaban el tiempo comiendo y relajándose junto a una vaca en concreto, una especie de mejor amiga. Los investigadores también demostraron que las vacas separadas del rebaño junto a su compañera favorita mostraban menos estrés que cuando estaban con una vaca con la que no tenían ningún vínculo específico. Esta investigación fundamental revela que, ciertamente, las vacas se reconocen entre sí y prefieren la compañía de sus mejores amigas.
Parece que a las vacas les gusta que las acaricien, al menos algunas veces. Un estudio demostró que el porcentaje del blanco en los ojos disminuye en las vacas después de acariciarlas suavemente, lo que implicaba un aumento de la felicidad y la relajación. Otras investigaciones arrojaron que las vacas mostraban una disminución del ritmo cardíaco, alargaban el cuello y bajaban las orejas cuando se las acariciaba en zonas específicas donde tienden a lamerse.
A las vacas solo les gusta que las acaricien en determinadas zonas, concretamente en la parte superior de la espalda y el cuello. Acariciarles los flancos, por ejemplo, no provocaba la misma respuesta. El placer de los roces y las caricias en determinadas zonas no es exclusivo de las vacas, como probablemente sepan quienes conviven con animales en sus hogares. Los gatos disfrutan con los cabezazos o las caricias de sus compañeros humanos, ya que así saludan a otros gatos.
Las vacas no son las únicas que se benefician de las caricias, como ha demostrado la moda de abrazar a las vacas. Los efectos terapéuticos de un buen abrazo de vaca están bien documentados. Si las vacas y los humanos se benefician por igual de los abrazos, no es de extrañar que la tendencia vaya en aumento. Sin embargo, como las vacas pueden mostrar diferentes grados de amabilidad, hay que aplicar el sentido común; tender una emboscada a un rebaño para un abrazo improvisado podría tomarse como algo inapropiado. Si vas a abrazar a una vaca, es recomendable que lo hagas con cautela y delicadeza.
A las vacas les gustan las caricias, en particular en el cuello y la parte superior de la espalda. Pero, sobre todo, se entretienen entre ellas como parte de un rebaño. El acceso a otras vacas es una necesidad para ellas. Sin embargo, hay muchas maneras de facilitar los impulsos sociales de una vaca. A las vacas les gusta jugar con ciertos juguetes, como pelotas o cuerdas colgantes o montones de heno o hierba en los que hozar. Estas interacciones les proporcionan estimulación mental. También les gustan los olores suaves e interesantes, como la lavanda, y los tonos relajantes de la música clásica o el silencio.
A las vacas no les gustan los ruidos fuertes, que las separen del rebaño o que las acosen los perros. Tampoco les gustan los espacios cerrados, estar acorraladas o sentir que sus crías están en peligro. También experimentan cierto grado de neofobia, lo que significa que pueden desconfiar de los objetos nuevos que se introducen en su entorno. Sin embargo, estos ejemplos no son exclusivos de las vacas. A la mayoría de los mamíferos, incluidos los seres humanos, tampoco les gustan estas cosas.
Más que nada, a las vacas les disgustan las prácticas que se ven obligadas a soportar en las granjas industriales. Entre ellas se incluyen procedimientos dolorosos como la castración, el desbotonado, el descornado, el marcado y el faenamiento. Se ha demostrado que la separación del rebaño, que se produce en los últimos momentos de la vida de una vaca, es especialmente angustiosa. La separación de los terneros de las madres les provoca depresión y angustia durante varios días.
Debido a las prácticas agrícolas más agotadoras, violentas e intensivas, la esperanza de vida de las vacas de la industria láctea ha disminuido una media de 35 meses desde 1960. Las vacas lecheras madres, que solo suelen vivir unos cinco años en lugar de los veinte naturales, tienen un ternero cada año para mantener su producción de leche. El trauma de la separación, para que la leche de la vaca vaya a los consumidores humanos en lugar de a su hijo, es, por tanto, un ritual anual.
Las vacas son criaturas curiosas e inteligentes que experimentan emociones complejas, juegan entre ellas, tienen mejores amigos e incluso muestran niveles agudos de autoconciencia. Sus impulsos fundamentales de socializar, entablar relaciones, proteger a sus crías, estimular sus cerebros y evitar el dolor de la marca, el cuchillo y las pistolas de bala cautiva son comprensibles incluso para nosotros los humanos.
Pero a pesar de su naturaleza amistosa y juguetona, a las vacas en granjas se les impide adoptar los comportamientos que las hacen felices. La decisión de la industria agropecuaria de explotar a las vacas, convertirlas en “animales de abasto” y negarles su vida natural es precisamente eso: una decisión. Al ver a las vacas como criaturas con valor propio, la humanidad puede acercar su visión de las vacas a su concepción de los animales de compañía y empezar a tratarlas como seres propios, merecedores del mismo amor y afecto.